Preguntas de Abarbanel, Números 6

Preguntas de Abarbanel, Números 6

“Y le dijo el Eterno a Moisés:Dile a Aharón y a sus hijos, así bendeciréis a los hijos de Israel:

Que el Eterno te bendiga y te guarde.

Que el Eterno haga resplandecer tu rostro y te dé Su merced.

Que el Eterno alce Su faz sobre tí y te dé paz.

Y pondrán Mi Nombre sobre los hijos de Israel y los bendeciré.”

 (Números 6, 22-27)

Pregunta:  ¿Por qué se encuentra la famosa bendición de los sacerdotes en este lugar, justo después del censo general y la disposición geográfica del pueblo?  ¿Qué tipo de bendición es esta y cuál es su objetivo?

Respuesta:

Abarbanel explica que esta ordenanza hacia Aharón y sus hijos debió haber sido escrita en el momento de la inauguración del Tabernáculo (Parashát Shminí), que es cuando efectivamente se bendijo al pueblo (ver Levítico 9,23). Sin embargo,  recién cuando el pueblo fue ordenado y dispuesto geográficamente de acuerdo al programa Divino (ver Números 2), fue que estos versículos se estructuraron.  De alguna manera, esta bendición viene a contrarrestar posibles efectos de “Ain hará” (Mal de ojo), como el que intentó utilizar Bilam en perjuicio de Israel cuando los vio formados, cada tribu bajo su bandera (ver Números 24,2).

Con respecto al tipo y objetivo de esta bendición, se explicó ya en la Parashá de Toldót (Génesis 27), en que el Patriarca Isaac bendice a sus hijos, que  el hombre de carne y hueso no puede adjudicarse a sí mismo la capacidad de bendecir o maldecir a otro, sino que sólo puede servir de vehículo para “bajar” la influencia Divina a este mundo, y direccionarla a su meta. Así queda claro en la frase final de la bendición sacerdotal, donde dice D's “...y los bendeciré”: finalmente, sólo del  Todopoderoso proviene la bendición.

Lógicamente, esta persona o médium que está actuando al bendecir, tiene la gran responsabilidad de mantener y cuidar de su pureza, ya que cuanto más elevado esté, mejor podrá transmitir esa energía. Es como si tuviéramos un cable conductor de electricidad hecho de plata pura, y lo comparáramos con otro cable, de hierro oxidado).

Ahora bien, se han dado variadas explicaciones para el formato triple de esta bendición; una de las razones que expone el autor, basado en una idea sociopolítica, es que los sacerdotes están dirigiéndose al total del pueblo conformado por sus tres partes básicas: 1) La gente que trabaja y produce, 2) El sector de intelectuales e ideólogos, y 3) Los gobernantes y militares.  A cada uno le corresponde un renglón y se explica de la siguiente manera:

La primera línea que habla del cuidado especial de D-s, es para la la masa del pueblo, que hace las veces de su motor  productivo. La mayor bendición para ellos es el cuidado Divino que les permitirá seguir llevando a cabo su labor y los protegerá de todo daño.

La segunda parte, trata de la luz del Creador, y se enfoca a los sabios y académicos que guían y dirigen al pueblo.  D-s debe alumbrar su camino.

La tercera, que recalca la paz, va dirigida precisamente al sector del pueblo que está encargado de mantener tanto la paz interna como las relaciones amistosas con los otros pueblos.

Que sea la voluntad del Todopoderoso que prontamente restituya en su totalidad el servicio sagrado del Tempo y vuelvan los sacerdotes a esta noble misión espiritual, obteniendo así el efecto completo de la “Birkat Kohanim” original.

1   "Y dijo D-s a Moisés :  Cada jefe dará su ofrenda en día separado para la consagración del altar.  Y el que brindó primero su ofrenda fue Najshón hijo de Aminadab de la tribu de Yehudá.  Su ofrenda fue de un plato de plata... y un cántaro de plata... repletos de harina de sémola amasada con aceite... también una cuchara... llena de incienso, un novillo, un carnero y un cordero de un año por holocausto ; un macho cabrío... dos bovinos..."

(Nota : La Torá continúa describiendo las ofrendas de los otros once representantes de cada tribu, todas exactamente iguales)

(Números 7, 11)

Pregunta:   Siendo estas ofrendas algo personal y altruista, ¿cómo es que cada uno de los príncipes dio exactamente lo mismo (tanto el más rico como el más pobre)?.  Ya que las ofrendas fueron idénticas, ¿por qué la Torá describió cada una y no simplemente resumió diciendo que cada una de las siguientes fue igual?

Respuesta:

Dado que el texto bíblico es considerado de origen Divino, cada una de sus palabras y sus letras tiene valor propio, y por ende, su razón específica de ser.  Es por ésto que los diferentes comentaristas tratan siempre de explicar el porqué de cada palabra que aparenta sobrar o ser innecesaria.

Esta parashá debe su gran longitud precisamente a la descripción de cada una de las ofrendas de los príncipes, y ya el RAMBAN (Najmánides), citando al midrash, trata esta cuestión explicando que aún cuando cada representante entregó lo mismo, la Torá no quiso menospreciar a ninguno de ellos y por eso los menciona  individualmente por igual.  Todos con el mismo mérito y el mismo privilegio ante el Todopoderoso.

En la misma fuente encontramos una idea complementaria: A pesar de que cada ofrenda fue la misma en forma y especie, las intenciones fueron distintas en cada una: cada tribu insinuando sus características especificas y su potencial intrínseco, logrando así un abanico multicolor de hojas sincronizadas produciendo un agradable aliento espiritual.

Abarbanel en su comentario, advierte la gran peligrosidad de permitir la competencia en el dominio de lo sagrado; cita el caso trágico cuando Caín, no soportando que su ofrenda fuera rechazada, mata a su hermano Abel, hecho que se constituiría en el primer derramamiento de sangre en la historia  del hombre.  Los príncipes de las tribus no permitirán ahora que se recaiga en este error ancestral.

Hoy en día nuestros labios son los portadores de ofrendas espirituales que día a día presentamos al Rey de Reyes.  Mucha gente se pregunta por qué debemos homologar nuestras plegarias utilizando un texto e idioma común siendo que cada uno tiene distintas necesidades y variadas formas.  A la luz de lo anterior nos habrá de quedar más claro este concepto, sin olvidar, claro,  lo que nos dice Rabí Shimon en el Pirkéi Avót (2,18):

“Cuando reces, no hagas tu plegaria una rutina establecida, sino con sentimiento de compasión y súplica ante el Omnipresente”.

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