Un reino sumergido en sangre

Un reino sumergido en sangre

La parábola de Yotam se cumplió al pie de la letra, no sólo en su época, sino también a lo largo de la historia.

El núcleo del reino de Guidón, que él mismo rehusó establecer, produjo el crecimiento de un fruto amargo-el hijo de  la concubina de Shejem portaba el nombre de “Abimelej”, como lo totalmente opuesto al concepto del reinado de Dios, que niega (la dinastía) el reinado de la persona. Este craso error de Guidón, después del error al apostar un monumento con el oro del botín (Capítulo 8, versículos 24-27), ocasionó el asesinato salvaje de sus 70 hijos en manos de “Abimelej” y sus aliados de Shejem “sobre una misma piedra” (Capítulo 9, versículo 5). De toda la familia ramificada de Guidón queda solamente el pequeño Yotam que se escondió, y nos dejó por generaciones la magnífica parábola del “reino” del arbusto espinoso-

El olivo (en alusión a Ehud) no quería dejar de producir fertilizante (aceite), y por consiguiente no quería el reino. La higuera (en alusión a Débora) no quería dejar de elaborar dulzura, y por ende no deseaba el reino. La vid (en alusión a Guidón) no quería dejar de producir mosto, y por consiguiente no quería el reino.

El arbusto espinoso (Abimelej) se alegrará de reinar, pero el fuego al que se aferra quemará “los cedros del Líbano” (la ciudad real de Shejem), y volverá y devorará a “Abimelej”, porque la eliminación del establecimiento del reino sumergido en sangre, en la eliminación de todo competidor con pretensiones de gobernar, debe generar la traición (Capítulo 9, versículo 23), y quemar también al “arbusto” asesino, en el día que estallen el juicio y la justicia.

La profecía de Yotam se cumplió en todos sus detalles, no sólo en los 3 años terribles de “Abimelej”, sino también en numerosos casos en la historia política. Del gobierno sangriento, queda la parábola de Yotam como único logro.

La ciudad real de Shejem, que no participó en la guerra de las ciudades de Kenaan contra Israel, e incluso acordó un pacto con los hijos de Israel a fines del período de Yehoshua (Ver mis artículos alusivos a los capítulos 12 y 24 de Yehoshua) fue destruida e incendiada con el fuego de “Abimelej”, junto al santuario “del Baal-Berit” que hay en ella (Capítulo 8, versículo 33; Capítulo 9, versículos 4, 26)
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