Preguntas de Abarbanel, Levítico 7, 37

Preguntas de Abarbanel, Levítico 7, 37

1   "Esa es la ley del holocausto (Olah), de la ofrenda vegetal (Minjá), de la ofrenda expiatoria (Jatat), de la ofrenda de culpa (Asham), de la ofrenda por la consagración sacerdotal (Miluim) y del sacrificio pacífico (Zevaj Hashlamim)."

(Levítico 7, 37)

Pregunta: ¿Qué aprendizaje práctico extraemos de los sacrificios (korbanot)?.  Aún aunque hoy en día no los realizamos, ¿Contienen algún elemento actual?

Respuesta: 

Abarbanel enfrenta este cuestionamiento (ya desde el siglo XV) basándose en las palabras de Rabí Yoshua Ben Levi (Talmud, Brajot 26b): "Los rezos fueron instituidos de acuerdo a los sacrificios diarios". 

Así, el sacrificio de Olah, que ardía durante toda la noche, corresponde a Tfilat Arvit (rezo nocturno).  El sacrificio Tamid, que se realizaba por la mañana, es la raíz del rezo de Shajarit.  Y la ofrenda de Minjá, insinúa el rezo vespertino llamado con el mismo nombre.

Cabe ahora preguntar, ¿Qué relación hay entre los sacrificios del templo y los rezos diarios?, ¿Cómo es que una ofrenda pueda ser sustituida por una plegaria?  Realmente, el significado de "Korbán" (comúnmente traducida como sacrificio), tiene su raíz en la palabra "Karov" (cercanía);  su finalidad principal es el acercamiento entre D-s y el hombre.  Actualmente, nuestro único contacto que queda es por medio de las Tfilot diarias.

 El autor cita al libro El Cuzarí (Rabi Yehuda Halevi) que compara el rezo con la comida del cuerpo.  Así como la parte física del ser humano es alimentada tres veces al día, el alma también debe ser atendida.  De la misma manera en que uno siente hambre después de algunas horas de no haber comido, el alma, silenciosamente nos llama para que nos conectemos a esa fuente de energía espiritual. 

Esta revolucionaria idea, expuesta ya hace más de 500 años, seguramente nos hace reflexionar cuanta hambre hemos hecho pasar últimamente a nuestras raquíticas almas, que con sus tenues gemidos han clamado sin ser escuchadas por el gran ruido de una sociedad cada vez más preocupada por el mundo material.

No podemos sorprendernos al ver cómo hoy en día, después de tanto ayuno,  observamos brotes desesperados de sed espiritual que llevan muchas veces al ahogo súbito en fuentes falsas como las drogas y el alcohol.

Al parecer, el profeta Amós ya lo había vislumbrado y nos plantea una alternativa más legítima:

"He aquí que vendrán días, dice D-s, en que mandaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra de D-s"   (Amós 8,11)

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