Los dilemas humanos

Los dilemas humanos

Nuestra parashá, la última del tercer libro del Pentateuco, comienza con promesas de abundancia ‘Si andan en Mis estatutos y guardan Mis mandamientos para ponerlos por obra, Yo les daré lluvias en su tiempo, de manera que la tierra dará sus productos y los árboles del campo darán su fruto. Ciertamente, su trilla les durará hasta la vendimia, y la vendimia hasta el tiempo de la siembra. Comerán, pues, su pan hasta que se sacien y habitarán seguros en su tierra. Daré también paz en la tierra, para que duerman sin que nadie los atemorice. Asimismo, eliminaré las fieras dañinas de su tierra, y no pasará espada por su tierra” (Vaikrá 26:3-6). Esta idea evoca la segunda parte de la lectura del Shemá (Devarim 11: 13-15) con pequeñas diferencias.

Es inocultable que estos versículos y los siguientes, nos colocan ante dilemas por la dificultad que tenemos de comprender su profunda inteligencia y nos enfrentan con preguntas que constantemente nos formulamos cuando vemos que personas buenas sufren desgracias son despedidos de sus trabajos, no tienen medios honorables para mantenerse o sufren enfermedades terminales.

Compartimos con muchas almas buenas que están enfermas, empobrecidas, abandonadas y perdidas y tendemos a hacer cálculos morales simples y casi matemáticos, para saber quién es el justo que debe ser recompensado y quién el malvado que debe ser castigado. Esa ecuación tan simple nos hace creer dioses que entendemos todo. Más de una persona de escasa fe, suele elevar en voz alta sus quejas, llegando incluso a cuestionar lo incuestionable y preguntándose por el incumplimiento de la Palabra.

Pero nuestros sabios no eran gente simple y no se apuraban a entender las palabras sólo textualmente. Estaban enterados que en nuestro mundo el sueño de la recompensa proporcional por ser buenos o malos no es más que una visión falsa o en el mejor de los casos distorsionada. Nuestras Escrituras atestiguan que la comprensión espiritual del misterio de la justicia de H’ era más sutil y etérea que la simple ecuación de la recompensa y del castigo. Nuestros sabios demuelen la explicación del quid pro quo -la acción de sustituir algún bien con otro o un intercambio de favores-. H’ no juega con nosotros al “toma y daca” de ‘te cumplo una mitzvá y Tú me quitas el sufrimiento’. Muchos de nuestros salmos expresan el dolor del bueno y piadoso y en definitiva buscan confortarlo.

Sabían, como sabemos, que la vida en este mundo no sigue reglas tan simples. Es de ingenuos leer los listados de bendiciones y de maldiciones como el que aparece en la porción de esta semana como descripción del mundo en el cual vivimos y tratar de ajustar la realidad al texto no comprendido. Mejor es verlo como una visión del mundo tal como debería ser.

Así compartiríamos la afirmación de la fe y la creencia de nuestros sabios en el momento futuro del tiempo donde H’ se manifestará en su plenitud y hasta podremos comprenderlo. Nuestros sabios entendían que la posibilidad de conocer Sus criterios de justicia podrá ser revelada únicamente en el futuro. Su mundo era, al igual que el nuestro, un lugar peligroso.

La tierra de Israel, fue y es una nación pequeña rodeada por enemigos. Su supervivencia económica dependía de las lluvias imprevisibles del invierno. La prosperidad, la salud y la longevidad eran y son para muchos sólo sueños efímeros. Pero, nunca se perdió la fe en un futuro seguro y justo.

No debemos entender las bendiciones y las maldiciones como los parámetros populares recompensa y castigo. Nuestros sabios, sabían que la vida y sus desafíos no podrían ser explicados tan simplemente. Las bendiciones y las maldiciones que leemos en la última parashá de Vaikrá, no son una descripción rígida de nuestro mundo sino la promesa cierta y segura de un futuro mejor y más justo.

Expresan en el estilo y el contexto de un código y la visión poética del Salmista que anuncia que un cierto día en el futuro toda la creación se regocijará cuando H’ decida gobernar la tierra, de manera visible para todos.

¿Quiénes son los que andan en los estatutos y guardan los mandamientos? ¿Qué es lo que hay que hacer para que las Escrituras se cumplan automáticamente?

Pocas son las personas que pueden llegar al ideal de cumplir con todas las mitzvot a partir de Beata, del amor, con todo su corazón, con sus almas, con sus recursos. Fue Rabí Shimón Bar Yojai quien pudo demostrar que cuando entró dentro de la cueva había llegado a un nivel espiritual tan alto, que no tuvo que preocuparse de cosas normales como la ganancia de un sustento o temer a los animales salvajes; él estaba en otro plano. Sin embargo, aprendemos de la guemará, que toda vez que grupos intentaron adoptar el acercamiento de R. Shimón fracasaron. Cada generación tiene algunos y muy contados individuos únicos que pueden tener éxito en una vida casi desprovista de las necesidades físicas. La gente normal cumple con las mitzvot regularmente, dedica la mayor parte de su tiempo a ganarse la vida, y encuentra aún algo de tiempo para el estudio de la Torá.

El Midrash Tan juma Miketz, 6, hace referencia al texto de la bendición de gracias después de los alimentos –el bircathamazon- que es tomado de Tehilim 37:25 “Yo fui joven, y ya soy viejo, Y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan”. Texto que cantamos alegremente [y que más de una vez siento que debo decirlo en voz muy baja, casi en un susurro, cuando frente a mí hay tanta gente necesitada y me toca compartir la mesa con ellos que sí entienden y por su comprensión esas palabras son fuentes de dolor y de vergüenza] sin precisar exactamente el significado y que pareciera una consecuencia directa de nuestra parashá, diciendo que en toda generación hay por lo menos un justo o como lo afirma rabí Tanjum citando a Rabí Aja que por lo menos hay 30, y a ellos D-os fija su sustento. Aún cuando hay hambruna y sequía, tal como sucedió a Eliahu y antes con nuestros patriarcas.

Sobre el pasuk “Yo fui joven, y ya soy viejo, Y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan” he leído “Pese a que sus hijos limosnean por pan, no he visto a ese justo, que es su padre abandonando su respeto por el Santo Bendito”, que es otra característica de la altura espiritual.

Podríamos resumir diciendo que la posibilidad de llegar a ser justo-tzadik existe en todas las generaciones, pero, está reservada para muy pocos verdaderamente. Por ello, y pese a que somos rápidos para juzgar, debemos aceptar que en épocas en las que casi no hay tzadikimgmurim, tampoco hay reshaimgmurim [no hay ni justos plenos ni malvados absolutos] para que las maldiciones se cumplan sobre ellos, por lo que nuestras afirmaciones respecto al justo que le va mal y al malvado que le va bien, deben ser únicamente relativas.

Pero, no sólo no perdemos la esperanza de llegar a un tiempo ideal, sino que estamos completamente seguros que la promesa se hará realidad.

En ese entonces, cada letra de Bejukotay tendrá la aplicación textual que expresa.

Mientras tanto, recitemos fervorosamente el capítulo 96 de Tehilim: “Canten a H’ un cántico nuevo; canten a H’, habitantes de toda la tierra. Canten a H’, alaben su nombre; anuncien día tras día su victoria. Proclamen su gloria entre las naciones, sus maravillas entre todos los pueblos. ¡Grande es H’ y digno de alabanza, más temible que todos los dioses! Todos los dioses de las naciones no son nada, pero H’ ha creado los cielos. El esplendor y la majestad son sus heraldos; hay poder y belleza en su santuario. Tributen a H’, pueblos todos, tributen a H’ la gloria y el poder. Tributen a H’ la gloria que merece su nombre; traigan sus ofrendas y entren en sus atrios. Póstrense ante H’ en la majestad de su santuario; ¡tiemble delante de él toda la tierra! Que se diga entre las naciones: « ¡H’ es rey!» Ha establecido el mundo con firmeza; jamás será removido. Él juzga a los pueblos con equidad. ¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra! ¡Brame el mar y todo lo que él contiene! ¡Canten alegres los campos y todo lo que hay en ellos! ¡Canten jubilosos todos los árboles del bosque! ¡Canten delante de H’, que ya viene! ¡Viene ya para juzgar la tierra! Y juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con fidelidad.”

Que ningún malvado en su corazón se haga ilusiones con la injusticia permanente.

Habrá justicia y alcanzaremos a verla, aunque no siempre tengamos la capacidad de comprenderla.

JazakJazakvenitjazek.

La Tojejá

 

En este shabat cuando finalizamos la lectura del libro Vaikrá nos encontramos con uno de los pasajes más aterradores de las Escrituras: la Tojejá. Tan terrible es su texto que es costumbre leerlo en voz baja y para la lectura se convoca al lector o al rabino, para evitar que quien debe bendecir por la lectura deba oír de cerca tan terribles amenazas. 


“Si a pesar de todo esto no me obedecen, sino que proceden con hostilidad contra mí, entonces yo procederé con hostilidad airada contra ustedes, y yo mismo les castigaré siete veces por vuestros pecados” …  La historia nos enseñó que esas amenazas se hicieron realidad. Simplemente es difícil transitar por el camino de la santidad que exige la Torá, pero cuando se logra llega a las mayores alturas espirituales imaginables. El pueblo judío ha tenido su cuota de sufrimientos y persecuciones mayor que la de cualquier otra nación sobre la tierra. Ser “un reino de sacerdotes y una nación santa” – fue y sigue siendo una opción y una estrategia que, si bien no siempre supimos cumplir íntegramente, aún forma parte integral de nuestra visión como pueblo y como individuos creyentes en la ética que surge de la Torá. 

Al final de la lectura recibimos la promesa de la esperanza: “Sin embargo, a pesar de esto, cuando estén en la tierra de sus enemigos no los desecharé ni los aborreceré tanto como para destruirlos, quebrantando mi pacto con ellos, porque yo soy el Eterno su Di-os”.


El profeta Jeremías (31) que previó el desastre inminente para nuestro pueblo, pudo ver y anunciar que: “En aquel tiempo, dijo el Señor, que seré por Di-os a todos los linajes de Israel, y ellos me serán a mí por pueblo… El Eterno se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto te soporté con misericordia…Aún te edificaré, y serás edificada… todavía serás adornada con tus panderos, y saldrás en corro de danzantes… Aún plantarás viñas en los montes de Samaria; plantarán los plantadores, y harán común uso de ellas. Porque habrá día en que clamarán los guardas en el monte de Efraín: Levántense, y subamos en Sión, al Eterno nuestro Di-os. Porque así dijo el Eterno: Regocíjense en Yaakov con alegría, y den voces de júbilo a la cabeza de los gentiles; hagan oír, alaben, y digan: Eterno, salva tu pueblo, el remanente de Israel”.


Durante largos períodos de la historia percibimos dolorosamente el cumplimiento de las intimidaciones como inminentes y reales, pero, pese al sufrimiento indescriptible nunca terminamos de perder la esperanza en el favor divino.

Así como se cumplieron las amonestaciones y reprensiones, las maldiciones y los juramentos, podemos lograr ver ante nuestros ojos, las promesas de gratificación y premio, de construcción y resurgimiento hasta la redención. Por ello pese a la Tojejá, cuando finalizaremos la lectura de Vaikrá una vez más, podremos sonreír al recordar el Pacto.


Glorificamos a la vida

La tojejá se lee en los templos, sottovoce, como si no deseáramos que nadie se entere de lo que all En la lectura de Bejukotay nos hallaremos frente al anuncio de las peores catástrofes habidas y por haber. Llegarán, dice el texto, si Israel desacata la misión que le fuera encomendada.

Así se expresa. Pero, en esa misma lectura, descubrimos que nuestras plegarias serán oídas y nuestras aspiraciones serán atendidas. Que quienes desean mejorar el mundo no se equivocan ni son necios, como tampoco los que se niegan a aceptar la inevitabilidad del sufrimiento y la injusticia.

Glorificamos la vida y no nos alegramos con la muerte que aceptamos como parte de la misma vida.

Israel, puede sobrellevar los cataclismos, pero no va a morir. Estuvo cientos de años en el exilio, y un día comenzó a regresar. Sufrió la persecución más terrible, pero no se dejó llevar por la desesperación.  Los asesinos mataron a las personas, mutilaron a los individuos, pero no lograron asesinar la esperanza.  Israel pasó por la experiencia de la derrota y el desastre. Perdió su libertad y su tierra. El pueblo fue exiliado y sufrió de las más aterradoras persecuciones. Es difícil imaginar una nación sometida a tal catástrofe que haya sobrevivido para contarla. Como que todos los versículos que relatan las desventuras se hubieran cumplido sin compasión. 

Y allí mismo, nos dice la Torá en Vaikrá 26:42, que “Y verdaderamente me acordaré de mi pacto con Yaakov; y hasta de mi pacto con Yitzjak y hasta de mi pacto con Abraham me acordaré, y me acordaré de la tierra…  Y aun por todo esto, mientras continúen en la tierra de sus enemigos, no los rechazaré ni los aborreceré de modo que los extermine, para violar mi pacto con ellos; porque yo soy el Eterno, su D-os. Y me acordaré, a favor de ellos, del pacto de los antecesores que saqué de la tierra de Egipto ante los ojos de las naciones, a fin de resultar ser su D-os. Yo soy el Eterno”.

Este versículo nos legó la esperanza. Nos permitió y nos permite emprender el largo viaje a cuyo final se vislumbra la redención y la era mesiánica. Nos permite reemplazar la tragedia por la confianza.

Cuando hace pocas semanas festejamos YomHaatzmaut a la finalización de YomHazikarón, y pocos días antes recordamos la Shoá, sintetizamos en el accionar lo descrito en la parashá. La declaración de la independencia de Israel y el himno nacional Hatikva, se convirtieron en un sueño y una esperanza después de las fechas aciagas. Quien no pueda o no desee compartir estos días, detenido en la historia, le hace el juego a quienes están en otro lugar de la fe, y creen que la historia es inevitable. Optamos por la esperanza, la aspiración por un mundo mejor, el cumplimiento de las promesas proféticas con la expectación que se cumplan en nuestros días. Mantenemos el sueño por la redención completa.

 

 

 

Volver al capítulo