La senda intermedia en la espiritualidad

La senda intermedia en la espiritualidad

La prohibición de sacrificar fuera del santuario figura dos veces en contextos diferentes. Mientras que en el libro Vaikrá viene a impedir que la espiritualidad sea hallada en cualquier sitio, en el libro Devarim viene a provocar en las personas un deseo de espiritualidad y a no ser apáticos por ello. La Torá pretende allanarnos el camino intermedio entre ambos estados.

En dos lugares, en nuestro capítulo y en el libro Devarim, la Torá nos ordena no ofrendar sacrificios fuera de la Tienda de Reunión. Desde el aspecto conceptual, hay una brecha abismal entre las dos secciones.

En nuestro capítulo, el mandamiento le es ordenado a los hijos de Israel cuando se encuentran en el desierto de Sinaí, desértico y árido. Apenas un año antes, el pueblo de Israel salió de Egipto, donde vieron a los egipcios adorar todo objeto celestial y toda bestia en la tierra, e idolatraban todo elemento natural que veían a su alrededor. A partir de esta conciencia, es más que comprensible el mandamiento Divino de no sacrificar fuera de la Tienda de Reunión “Para que no sacrifiquen más sus sacrificios a los espíritus malignos en pos de los cuales ellos se desvían; ley perpetua será esto para ellos, por sus generaciones”. ¿Quiénes son estos “espíritus malignos”? ¿Acaso se trata de demonios y fuerzas demoníacas? ¿Acaso son animales extraños que vieron los hijos de Israel en el desierto? No se puede saber; no obstante está claro que este imperativo aparece en un contexto en el cual los hijos de Israel se veían muy influenciados por la vivencia del desierto y la cultura egipcia, y buscaban espiritualidad en todo sitio y en todo elemento.

Precisamente en esta realidad Dios afirma inequívocamente-traigan sacrificios a Dios. La espiritualidad es algo bueno, no obstante, su búsqueda en todo lugar, y el someterse a cada elemento como si fuera un factor espiritual, es un fenómeno malo del cual hay que alejarse. A Dios hay que servirle, y a él debemos apegarnos!!

El pueblo de Israel al cual se dirige Moshé en el libro Devarim es radicalmente diferente. Los hijos de Israel ya han pasado 40 años en el desierto, y ya están alejados de la cultura egipcia y de la idolatría que vivenciaron allí. En el año cuarenta, el pueblo de Israel se halla concientizado como un pueblo cohesionado  que está a punto de conquistar la tierra y asentarse en ella.

En esta realidad, no hay peligro alguno de que los hijos de Israel busquen espiritualidad en todos los elementos de la naturaleza a su alrededor. Ya han superado esa fase infantil, y ya son demasiado “racionales”. Justamente, en esta realidad, existe un peligro de que el hombre se suma en el desarrollo del mundo y su desarrollo personal, y olvide a Dios, a tal punto que renunciará a toda aspiración espiritual, y hasta sus sacrificios los ofrendará en los patios, por la falta de interés de aproximarse al centro espiritual en el Mishkán (Tabernáculo). Por ello, en la realidad de un pueblo que se apresta para radicarse en la tierra y cohesionarse, Dios le ordena nuevamente a los hijos de Israel a realizar los sacrificios en el Mishkán, y no en cualquier sitio.

Estas situaciones nos parecen muy lejanas, ya que ¿quién de nosotros desea traer sacrificios a los espíritus malignos, por un lado, o erigir una escultura en el patio, por otro? Sin embargo, duele descubrir que justamente estos son los problemas de los que nos ocupamos en la actualidad. La extrema brecha entre el estado del pueblo en el libro “Vaikrá” y la situación del mismo en “Devarim”, es muy similar a la brecha existente entre las dos culturas que nos son conocidas desde hace mucho tiempo: la cultura oriental y la cultura occidental. Mientras que en el Oriente hay una persecución intransigente tras la espiritualidad, que les provoca santificar vacas y “espíritus malignos” diversos; en la cultura occidental el distanciamiento de lo espiritual es tan marcado que ni siquiera hay espacio para la religión-la separación de la religión del Estado.

En los dos mandamientos que hemos recorrido, la Torá posiciona el espacio del judaísmo como el camino intermedio. A pesar de que aspiramos a la espiritualidad, hay que tener en cuenta cuál es su objeto; y a pesar de que queremos activar en el mundo y construirlo, hay que dejar también un espacio para la espiritualidad..

Editado por el equipo del sitio del Tanaj.

Gentileza del sitio VBM de la Academia Rabínica "Har Etzion".

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