El liderazgo de Iehudá y el despertar de Iaacov

El liderazgo de Iehudá y el despertar de Iaacov

 El liderazgo de Iehudá se reflejó por primera vez al abordarse la cuestión del envío de Biniamín a Egipto. En ese abordaje Iehudá logra despertar a Iaacov de su debilidad y restituirle la capacidad de iniciativa y de elección.

“Se dirigió a él Iehudá diciendo…Si has de enviar a nuestro hermano con nosotros, descenderemos y compraremos víveres para ti. Mas si no lo envías, no descenderemos, ya que el hombre nos ha dicho: No habrán de ver mi rostro, sin vuestro hermano con ustedes. Dijo Israel: ¿Por qué me han hecho mal: al referir al hombre que tenían todavía otro hermano?” (Versículos 3-6)

Antes de este discurso de Iehudá, Iaacov se encuentra en un estado de abatimiento. Los hijos de Iaacov tratan de encontrar una manera de manipular  al anciano, que ya está cansado de la vida y su espíritu abatido, dejándolo morir de hambre hasta que su oposición a su plan se desvanezca. Pero cuando el hambre vuelve a acechar, Iaacov se dirige a sus hijos y los envía a Egipto, desentendiéndose de los hechos que ya le explicaron. No está tratando de armar un plan para enfrentar la situación de manera realista.

La respuesta de Iehudá a Iaacov, podría ser interpretada como desfachatada. Su padre le indica ir a traer comida, y él simplemente le responde “no iremos”. Y le impone un ultimátum a su padre. No obstante, Iehudá no se conforma con la explicación de los hechos a Iaacov sino que le exige elegir, tomar la iniciativa, afrontar elecciones difíciles.

Iaacov despierta cuando toma contacto con el liderazgo de Iehudá, y la señal de ello es que la Torá lo denomina “Israel” por primera vez en muchos años. Esta es la primera chispa. Es precisamente la franqueza de Iehudá la que despierta a Iaacov: cuando Iehudá culpa a Iaacov  por las consecuencias de no enviar a Biniamín, Iehudá provoca que Iaacov (que se convierte en Israel) lo culpe a él y a sus hermanos. Este es el primer paso en el despertar de Iaacov. Y Iehudá continúa:

“Dijo Iehudá a Israel su padre: Envía al mozo conmigo y nos aprestaremos y partiremos, así viviremos y no habremos de morir, tanto nosotros, como tú, así  como nuestros niños. Yo habré de ser fiador. De mi mano habrás de pedirlo…Pues si no nos hubiéramos demorado, ahora ya habríamos vuelto, dos veces” (Versículos 8-10)

Este discurso es aún más franco y descarado que el primero. Iehudá dice: basta, todos estamos desfalleciendo, y todo esto es una pérdida de tiempo. Pero en mérito de ello Iaacov despierta y dice:

“Les dijo Israel, su padre: Entonces, pues, hagan esto: Tomen del mejor producto de la tierra en vuestras alforjas y lleven al hombre un presente: un poco de almástiga y un poco de miel…Y a vuestro hermano tomen y levanten, vuelvan hacia el hombre” (Versículos 11-14)

Iaacov ya no reacciona pasivamente a los hechos. En respuesta a la exigencia de Iehudá, ya no sólo acuerda con su plan, sino que elabora sus propios planes, a fin de asegurar el éxito de la misión, y agrega detalles que él sabe que sus hijos  impulsivos  no habrán de pensar en ellos. Iaacov siempre fue un mejor diplomático que sus hijos.

Editado por el equipo del sitio del Tanaj

Gentileza del sitio VBM de la Academia Rabínica "Har Etzion"

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