Nuestro capítulo relata acerca de la guerra de Israel contra los hijos de Amón, liderados por Shaúl, quien es nuevamente coronado al final de la misma. 

El ascenso del rey de Amón sobre Iavesh Guilad y la concentración del pueblo (Versículos 1-4) 

Najash, rey de Amón, amenaza con la guerra a la gente de Iavesh Guilad. La gente de Iavesh Guilad pide cambiar la destrucción que se avizora por el sometimiento. Pero Najash tiene condiciones “Esta será la condición para que haga un pacto con ustedes: les quitaré a todos vosotros el ojo derecho”. El liderazgo de Iavesh Guilad solicita una pausa de siete días para encontrar un salvador. La noticia de la amenaza provoca un gran llanto y la sensación de una inminente derrota. 

La guerra y la victoria de Shaúl (Versículos 5-11) 

Pero justamente entonces “Y sucedió que Shaul regresaba del campo detrás del ganado” (Versículo 5), y al escuchar el motivo del llanto, desciende sobre él el espíritu de Dios. Él corta una yunta de bueyes, y envía los trozos a todas las tribus de Israel con el mensaje “Todo aquel que no salga en pos de Shaúl y en pos de Shmuel, así se hará con su ganado”, es decir, el enrolamiento es obligatorio. El mensaje llega “y salieron como un solo hombre” (Versículo 7). Los hombres de Iavesh Guilad engañan a Najash y ganan tiempo, hasta la llegada de un ejército fuerte de 330.000 hombres, que logra asestarle a los Amonim un golpe aplastante. 

La concentración del pueblo y la coronación de Shaúl (Versículos 12-15) 

Los partidarios de Shaúl se sienten más seguros con su designación, y le solicitan a Shmuel que elimine a aquellos que se oponen al reino de Shaúl. Shaúl no aguarda el fallo de Shmuel  y determina por su cuenta “Nadie será muerto en este día, porque hoy el Señor ha obrado salvación en Israel” (Versículo 13). Así, el pueblo de Israel renueva el reinado y corona nuevamente a Shaúl, y en esta ocasión, sin opositores.