El libro Hoshea inaugura la serie de libros denominada “Trei Asar”, se trata de doce libros breves, de diversas épocas y en diferentes contextos históricos, que fueron agrupados en un solo cuerpo. El común denominador de todos los libros es que se tratan de libros de profecía (o en el caso del libro Ioná, libros alusivos a profetas) y en el contexto reducido de cada libro (por ejemplo, el libro Ovadia tiene apenas un capítulo).
Segun el título del libro Hoshea, su periodo de profecía es más o menos paralelo al del profeta Yeshaiahu: “Revelación del Señor, que tuvo Hoshea, hijo de Beerí, en los días de Uziá, Iotam, Ajaz, Jizkiahu, reyes de Iehudá, y en los días de Yarovam, hijo de Yoash, rey de Israel” (versículo 1). A diferencia del profeta Yeshaiahu, Hoshea profetizó, principalmente, en el reino de Israel y no en el de Iehudá.
La mujer prostituta (Versículos 2-9)
Dios le dice al profeta: “Anda, toma para ti una mujer fornicaría, (y te dará a luz) hijos de fornicaciones: porque la tierra comete horrible fornicación, apartándose de en pos del Señor” (versículo 2). El profeta da cuenta de haber tomado una mujer llamada Gomer hija de Divlaim, y ella dio a luz un varón, y Dios le dice al profeta que llame al niño Izreel: “Llámale Izreel, porque de aquí a muy poco Yo vengaré en la casa de Yehu la sangre de Izreel, y acabaré con el reino de la casa de Israel” (versículo 4). El profeta y su mujer prostituta también tuvieron una hija: “Y le dijo (el Señor): Dale el nombre de Lorujama (no compadecida), porque no Me compadeceré más de la casa de Israel ni la perdonaré de manera alguna” (versículo 6).el profeta y su esposa tuvieron un tercer hijo, denominado LoAmí: “Llámale Loamí, (no es mi pueblo) porque ustedes no son Mi pueblo, ni Yo seré vuestro (Dios)” (versículo 9).
En contraste con el reino de Israel, donde el profeta profetiza ruina y destrucción sin piedad, el reino de Iehudá goza de una actitud positiva en el trato: “Pero usaré de misericordia para con la casa de Iehudá, y la salvaré por medio del Señor, su Dios” (versículo 7)