Síntesis del capítulo, Eijá 4 (lamentaciones)

Síntesis del capítulo, Eijá 4 (lamentaciones)

La hambruna en la ciudad (Versículos 1-10)

Los dos primeros versículos representan la apertura del fragmento o de toda la lamentación: “Cómo se ha empañado el oro!, ¡cómo se ha demudado el oro finísimo! ¡Esparcidas están las piedras del santuario por las encrucijadas de todas las calles! Los preciosos hijos de Tzión, una vez igualados con el oro puro, ¡cómo son considerados, como vasos de barro, obra de manos de alfarero!” (Versículos 1-2). Luego, figura la descripción de la dura hambruna que azotó la ciudad en el transcurso del sitio: “A causa de la sed, la lengua del niño de pecho se le pega al paladar; los pequeñitos piden pan, mas no hay quien se lo reparta” (Versículo 4); “Más felices son los muertos a espada que los muertos de hambre; pues aquellos derraman (la vida) traspasados, (pero éstos), privados de los frutos del campo. ¡Las manos de las mujeres misericordiosas cocieron a sus hijos!, ¡les sirvieron de comida en el quebranto de la hija de mi pueblo!” (Versículos 9-10). En el marco de la descripción de la hambruna, el doliente menciona los pecados de la ciudad: “Así el castigo de la iniquidad de la hija de mi pueblo es mayor que el del pecado de Sdom, la cual fue destruida en un momento, sin que nadie le echase mano” (Versículo 6).

La destrucción de la ciudad (versículos 11-16)

Tras la dura hambruna, la ciudad fue destruida: “El Señor desahogó Su indignación, derramó Su ardiente ira; encendió un fuego en Tzión que ha devorado sus cimientos” (Versículo 11), a pesar de que muchos no creían que ello sucedería: “No creían los reyes de la tierra, ni todos los habitantes del orbe, que entraría el adversario y el enemigo por las puertas de Ierushalaim” (Versículo 12). También aquí, el doliente recuerda los pecados: “¡Es a causa de los pecados de sus profetas y de las iniquidades de sus sacerdotes, los cuales derramaban en medio de ella la sangre de los justos…El rostro del Señor los dispersó: Él no volverá a mirarlos más; no respetaron la persona de sacerdotes, y de los ancianos no tuvieron lástima” (Versículos 13-16)

No hay posibilidad de ayuda (versículos 17-20)

En contraste con los párrafos anteriores, en los cuales había una descripción externa de la destrucción, aquí se escuchan conceptos desde dentro de la destrucción. Los voceros describen que clamaron por ayuda, pero fue en vano: “Con todo esto, nuestros ojos desfallecían de esperar nuestro vano socorro; en nuestra esperanza, aguardamos a una nación que no nos podía salvar” (Versículo 17) y por consiguiente, Ierushalaim cayó: “¡Acecharon nuestros pasos, de modo que no podíamos transitar por nuestras calles; se acercó nuestro fin, se cumplieron nuestros días: porque ha llegado nuestro fin!: (Versículo 18), e incluso “el ungido de Dios” (aparentemente, la intención  de esta referencia alude a Tzidkiahu) fue atrapado: “El aliento de nuestra vida, el ungido del Señor, fue tomado en sus hoyos; de quien pensábamos: “A su sombra viviremos entre las naciones” (Versículo 20)

La venganza contra Edom (versículos 21-22)

La lamentación concluye con un llamamiento a la venganza contra Edom y de consuelo para Ierushalaim: “¡Regocíjate y alégrate, oh hija de Edom, tú que habitas en la tierra de Dios!, ¡a ti también pasará el cáliz; te embriagarás y te desnudarás! ¡Oh hija de Tzión, se acaba el castigo de tu iniquidad: note llevará más en cautiverio; pero visitará tu iniquidad, oh hija de Edom, pondrá en descubierto tus pecados!” (Versículos 21-22)

Redacción: Netanel Szpigel

 

Volver al capítulo