Nuestro capítulo relata acerca de una guerra que se desarrolla en dos partes, al final de las cuales David y su ejército logran una victoria resonante

El primer desafío: la lucha contra los hijos de Amón (Versículos1-14)

David envía emisarios al rey de los hijos de Amón como una buena acción. El rey de los hijos de Amón cree que son espías y desprecia a los enviados de David. Los hijos de Amón comprenden que ahora, David los ve con malos ojos, y se unen con los arameos para la guerra. Yoav eleva una plegaria a Dios: “Seamos fuertes y esforcémonos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios; y que el Señor haga lo que le parezca bien” (versículo 12). El resultado no tardó en llegar: “Entonces se acercó Yoav con el pueblo que estaba con él para pelear contra los arameos, y éstos huyeron delante de él”. Todos escaparon por el ejército israelí.

Tras la fuga: la lucha contra Aram (Versículos 15-19)

En la primera fase, los arameos ven que todos escapan y deciden volver a agruparse: “Al ver los arameos que habían sido derrotados por Israel, volvieron a concentrarse” (Versículo 15). El mensaje fue transmitido a David y su ejército y también el ejército israelí se apresta para la guerra. El resultado es similar a lo acontecido anteriormente: “y David mató a setecientos hombres de los arameos, y a cuarenta mil hombres de a caballo, e hirió a Shobaj, jefe de su ejército, y murió allí” (Versículo 18).