La Menorá –siete días de creación

La Menorá –siete días de creación

En la Parashá Behaalotejá comienza la lucha de Moisés contra el paganismo que aún había quedado en su pueblo, y encontraremos así al pueblo judío ante uno de sus primeros problemas. Comienza la Parashá con la Mitzva de la Menorá, el candelabro de siete brazos que debía ser encendido por Aarón, el Sumo Sacerdote. Luego se separa a los levitas de entre los hijos de Israel para los trabajos sacros en el Templo.

Continua luego la Torá con el relato sobre la forma en que los hijos de Israel dirigían su marcha en el desierto, y enseguida el caso de Kibrot Hataava: "la tumba del deseo”. Durante los cuarenta años del desierto descendió en el desierto el maná, al cual recogían cada mañana. Aquí sin embargo desean los judíos “carne”. A pesar de la bondad divina, recuerdan los buenos momentos que vivieron en el "paraíso" egipcio, en el cual a pesar de la esclavitud gozaban de las delicias materiales. Vemos aquí pues nuevamente un momento de la lucha entre la materia y espíritu. Los deseos materiales hacen olvidar al hombre sus ideales y le hacen aborrecer su propia libertad y vida.

“בהעלותך את הנרות אל מול פני המנורה יאירו שבעת הנרות"

La primera Mitzvá de esta Parashá es la del encendido de la Menorá, el candelabro: será cuando encenderás las lámparas "arderán las lámparas hacia la Menorá" (dirigidas a la Menora). Es decir, explican los comentaristas que las lámparas (de aceite) de los costados debían estar inclinadas o dirigidas hacia la principal, la de la mitad. En esta Mitzva podemos ver el carácter simbólico de la Menorá que es necesario destacar. Todas las mechas de las lámparas dirigían su fuego hacia la lámpara central, es decir que todas las manifestaciones de la vida judía tienen un centro, la Torá. Es interesante detenerse sobre este aspecto. La base de las Mitzvot, de los preceptos religiosos, es el principio de:

 "שויתי ד’ לנגדי תמיד"

“Siempre represento a Ds’ ante mis ojos” es decir que siempre y continuamente hay un principio que ocupa la vida judía: la ley de la Divinidad. La vida humana tiene diversas manifestaciones desde las más ínfimas hasta las más elevadas, pero ninguna es tan poco importante que no deba ser llenada con la conciencia de la divinidad. Es el principio de los Jajamim que la Torá y las Mitzvot no constituyan una carga para el hombre sino por el contrario un bien, "Y quiso Ds’ ofrecer un presente a Israel, y por ello le dio la Torá y las Mitzvot". Y en este sentido explica Baal Shem Tov, el fundador del jasidismo, el versículo de los Salmos (XXXII)

אשרי אדם לא יחשוב ה' לו עון

La traducción real del versículo es "Loado es el hombre que Ds' no piense en él pecados", es decir que Ds' no encuentre en el pecados. El Baal Shem Tov sin embargo explica este versículo de diferente manera, de acuerdo a la aparente traducción literal "Loado es el hombre que él no pensar en Ds’, es para él su pecado". Es decir que la imperiosa necesidad de no apartar ni por un instante los pensamientos de Ds' lo dominan por completo. He aquí la máxima aspiración y el máximo fin.

La Menorá con sus 7 brazos (6 brazos y su cuerpo) nos recuerdan los 7 días de la creación. Seis son los días del trabajo semanal, del trabajo santificado por la Torá, el Shabat es el día del descanso santificado, el día del Espíritu. La Menora nos indica que los seis brazos secundarios deben estar dirigidos hacia el brazo principal, es decir que no encerremos la Torá dentro de sus límites, dentro del Shabat y de las manifestaciones netamente religiosas, sino que aun en los actos más profanos debe ser lo trascendental, nuestra conciencia del magno deber religioso de corporizar y materializar la Torá en todas las manifestaciones de la vida. No existe en el mundo cosa tan profana como para que la Torá no la haya santificado.

Es interesante la particularidad idiomática del versículo que estamos analizando. Realmente solo 6 mechas están dirigidas al brazo central, es decir a la Menorá propiamente dicha, la Torá en cambio habla de 7 mechas. Vemos aquí la indicación que la séptima mecha la principal esté dirigida a sí misma, y no a sus compañeras. Si continuamos analizando el simbolismo de Menora, vemos que esta particularidad es trascendental.

 Puede existir religiosidad, puede existir la Torá ser respetada y guardada, es necesario sin embargo una condición más, base de todo lo demás. Es necesario que el comportamiento religioso sea sincero y que la Torá sea considerada un bien en sí y no un medio para la consecución de favores de cualquier especie "El que dispone del cetro de la Torá, morirá", dicen los Jajamim en los Pirkei Abot, tan es así que realmente según la Halajá les está prohibido a los maestros, rabies y jueces llevar dinero por el desempeño de sus funciones.

El significado del proverbio de los sabios "el que disponga del cetro de la Torá morirá", es más profundo del que resulta de un simple análisis. No se trata solamente del sentido físico de la muerte, sino el sentido moral. El servirse de la Torá, de los ideales para fines prácticos y materialistas significa la muerte moral, pues se invierten los  valores, en lugar de convertir nuestras aspiraciones, inclinaciones y nuestro mundo en general  en un medio para la consecución de nuestro ideal, convertimos al ideal en medio para la realización de nuestros deseos y apetitos.

Mucho de la decadencia espiritual es debido a estos factores. Cuando la educación e instrucción se convierte solamente en una profesión o empleo dejando de ser un sacerdocio, pierde todo sentido, y nunca se logrará que la generación en la cual se está tratando de inculcar los ideales siquiera los comprendan.

La Menorá con sus brazos nos indica pues la necesidad de perfeccionar y elevar la vida judía que debe tender al ideal a la Torá, como la llama tiende al cielo, y a las alturas.

El principio de la Torá es la integridad. Existen dos centros de atracción pero el equilibrio es imposible, o se es atraído por uno, o por el otro. Si lo real se contrapone a lo ideal, solo existen dos posibilidades. Nos podemos dejar llevar por la corriente de acuerdo a nuestro egoísmo o luchemos por el ideal al cual tendemos. Este es el problema del Dor Hamidbar. La generación del desierto, que salió de la esclavitud a la libertad no llegó.

El esclavista, el subyugado, el tirano ya no es lo mas, pero el esclavo no ha dejado de serlo, pues aún no posee la libertad espiritual que la Torá le confiere. Según la Torá los mandamientos estaban grabados en la piedra: Jarut Al Halujot.

חרות על הלוחות

Los Jajamim indican que la misma expresión se puede leer "JERUT AL HALUJOT". “Libertad sobre las piedras". Los mandamientos están grabados sobre la piedra. El grabado indicaría opresión, imposición, coacción. Sin embargo no es así, la palabra de Ds' no esclaviza sino que libera la piedra. "No leas Jarut, lee Jerut": "No leas imposición lee libertad". Una hoja en la tormenta, o una rama en la corriente van solamente hacia donde la corriente la impulsa, el hombre sin embargo nada contra la corriente hacia donde le determina su conciencia. El hombre sin la Torá, pues no es sino esclavo de la tormenta y la corriente, la Torá lo libera y lo pone en manos de su conciencia.

Sin embargo es necesario luchar. El buen y el mal instinto, el Ietzer Hatov y el Ietzer Hara no son sino una representación de esta lucha que el hombre debe dirimir. Y henos aquí el problema del "Dor Hamidbar", la generación del desierto. Milagrosamente se mantienen con el Maná, pero ellos se recuerdan de Egipto "Quien nos diera a comer carne? Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde (Jinam: gratis), los cohombros y los melones....

Y ahora nuestra alma se seca, nada sino maná...." (Devarim XI 4,-6). El MIdrash aclara una palabra del versículo: Jinam, de balde. Jinam significa para el Midrash, sin Mitzvot.

Esta pequeña acotación nos muestra sin embargo la clave del problema. Parecería que se trata de un problema económico, con mayores contemplaciones dietético. Sin embargo no es así. Las exigencias son ridículas y contradictorias.

 La Torá recalca inmediatamente el agradable gusto del Maná. Los descontentos además parecen como indecisos. Su exigencia es carne, sin embargo se recuerdan del pescado y las hortalizas y verduras que consumían del otro lado del mar, en la progresista nación egipcia. Si antes preferían morir en Egipto antes que vivir en el Desierto, ahora por el contrario nacen nostalgias hacia la antigua patria. Aquí sin embargo la verdad es otra.

"Y escuchó Moisés al pueblo llorando sus familias, cada uno en la puerta de su vivienda”. Y los exegetas se detienen sobre este versículo. Es realmente desconcertante lo que en él se relata. Que significa esta división, este hecho. "La ira del Señor se despertó y a los ojos de Moisés solo es mal... Sin embargo, aquí estamos ante la clave del problema. Un simple análisis nos mostraría simplemente un problema económico denominémosle. Es el deseo del pueblo de satisfacer sus deseos y sus apetitos. Es realmente un hecho negativo, pero es solo mal. Henos aquí simplemente ante un pecado más. Sin embargo el hombre ve sólo la faz material, exterior. El Todopoderoso ve también el interior, el alma. Estas exigencias de Israel no son sino la faz exterior del problema interior. Lo que realmente incómoda y motiva esta rebeldía es la no disposición para sacrificarse por el ideal. Si es posible cambiar la tierra prometida, la libertad del desierto por los manjares a la esclavitud, ello es porque no se comprende lo que se posee y lo que se nos quiere dar» la libertad moral. Es cierto más vale esclavitud física, que muerte, pero más vale muerte que esclavitud moral y espiritual. Los judíos no se acordaban que en Egipto comían los manjares de balde, esto es absolutamente falso. Más allí lo comían sin los deberes que debían cumplir sin la Torá. Y es por ello que se despertó la ira el furor del Señor.

Nada es posible si no comprende que la Torá, el ideal no esclaviza, sino libera, nada es posible, sino se sabe elegir y estar dispuesto a todo por el ideal y la Torá. Libertad o muerte! 

La liberación espiritual es la base de la verdadera vida.

 

 

 

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