La ironía del destino

La ironía del destino

Transcurrieron trece años entre el nacimiento de Ishmael y la promesa del nacimiento de Itzjak. ¿Qué es lo que pensaron Abraham y Saráh durante esos años? ¿Acaso aún podían mantener la esperanza de que el hijo heredero será concebido por Saráh? ¿Y cuál es el significado de la risa y el nombre “Itzjak” para las generaciones venideras?

¿Cómo transcurre la vida de Saráh a la sombra de Hagar y su hijo Ishmael, a sabiendas de que es Ishmael el que continua en la senda de Abraham? La dificultad de Saráh es aún mayor ya que ella es la única que hasta el momento no ha recibido promesa alguna de Dios, acerca de que de ella saldrá la simiente de Abraham. Hagar tuvo el mérito  de que el ángel le dijera: “Incrementar habré de incrementar tu descendencia y no podrá ser contada, por exceso” (Capítulo 16, versículo 10) y a continuación: “He aquí que estás embarazada y parirás un hijo” (Capítulo 16, versículo 11).

A Abraham le fue concedida la promesa de simiente varias veces pero no le fue dicho que la misma será de Saráh. Saráh tampoco es mencionada en el pacto de las partes. Cuando Abraham duda  de que el administrador de su casa será el heredero, Dios le responde: “No habrá de heredarte éste, sino el que saldrá de tus entrañas, él te heredará: (Capítulo 15, versículo 4), y Saráh ni siquiera es mencionada. Sería más natural pensar después de la promesa de simiente a Hagar y el nacimiento de Ishmael, que justamente es Ishmael la descendencia prometida a Abraham en el pacto de las partes.

Con esta información vivieron en la casa de Abraham durante trece años. Sensaciones difíciles y grandes dudas acompañaron la vida de Saráh en esta época. ¿Por qué fue Hagar la sirvienta, la agraciada, y no ella? De hecho, es ella la que acompañó a Abraham durante todo el periplo rumbo a la tierra de Kenaan. Ella lo apoyó en los momentos difíciles y en las pruebas recurrentes. Es ella la que portaba junto a Abraham la bandera de la fe en un solo Dios y “la senda de Dios  al practicar la justedad y el derecho”.

Sólo en la circuncisión, después de la modificación del nombre de Abram a Abraham y la constitución de un pacto eterno y el mandamiento de la circuncisión, tan solo después de ello aparece una nueva expresión a Abraham en la que le es transmitido que de ahora en más, Sarai se llamará Saráh y Dios le dará un hijo de ella. La sorpresa de Abraham al escuchar tan buena noticia es tan grande que su respuesta fue: “Si Ishmahel habrá de vivir ante tu presencia...” (Capítulo 17, versículo 18). Abraham quedó fijado en la concepción de que Ishmahel es el heredero y le solicita a Dios que lo cuide para que siga su camino. Pues es inconcebible que un hombre de cien años y una mujer de noventa años tengan un hijo!!

La síntesis del destino del pueblo judío se encuentra en el nombre del hijo nacido de Abraham y Saráh-Itzjak. Es lo que dijo Saráh al nacer su hijo: “Hilaridad me ha causado Elohim, todos cuantos lo oigan reirán conmigo” (Capítulo 21, versículo 6), y es también lo que le dice Dios a Abraham en la continuidad: “pues es por Itzjak, que tu descendencia portará tu nombre” (capítulo 21, versículo 12)- Itzjak, el hijo,e Itzjak en nombre de este fenómeno singular de la historia de los continuadores de la senda de Abraham.

Una risa a menudo mezclada con gran tristeza y desconcierto pero llevando la gran promesa: “confirmaré Mi Pacto con él, como Pacto Eterno; para con su descendencia, en pos de él” (Capítulo 17, versículo 19).

 

 

 

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