La controversia de Koraj y su grey

La controversia de Koraj y su grey

Mas Koraj, hijo de Yitzhar, hijo de Kehat, hijo de Leví, con Datan y Aviram, hijos de Eliav, y On, hijo de Peleth, de la tribu de Reubén, tomaron (gente),16,1

y presentáronse delante de Moshé y Aharón, con doscien­tos cincuenta hombres de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, personas escogidas de la asamblea, va­rones de renombre; 16, 2

y juntándose contra Moshé y Aharón, les dijeron: "¡Bás­teos, ya que toda la congregación, todos ellos son santos y el Señor está en medio de ellos! ¿Por qué, pues, os ensal­záis sobre la asamblea del Señor?"   16, 3

Doscientos cincuenta personas siguiendo a sus dirigentes Kora­j, Datán y Aviram, subleváronse contra Moshé, quien los sacó de Egipto y los os condujo en el desierto; contra Moshé, el Profeta de Dios que recibió Su ley en el Sinay. ¿Quiénes eran estas personas, y cuales fueron los móviles de su resentimiento? Según la opinión de R. Abraham Ibin-Ezra había entre ellos disgustados, descontentos y  rezongadores de todas las especies. Levitas que se veían discriminados en su condición de siervos de los sacer­dotes, miembros de la tribu de Reubén, disconformes por ha­berles sido quitada la primogenitura de su tribu y transferida a los de Yosef,  y que -en opinión de Ibin-Ezra - sospechaban que la intervención y la personal influencia de Yehoshúa (de la tribu de Efraím ) siervo de Moshé, fue la que motivó la supre­macía de esta  tribu por sobre las otras. En general todos los primogénitos de las distintas tribus, se vieron también lesionados en sus derechos cuando fueron anuladas sus funciones en el culto y en los sacrificios y transferidas a otra tribu, cuyos miem­bros no participaron en la adoración del becerro de oro. Fue seguramente fácil convertir las brasas de la protesta y el des­contento en avivado fuego de rebelión abierta.

Comprenderemos  ésto con mayor facilidad si aceptamos la opinión de Rambán, según el cual la controversia de Koraj se produjo inmediatamente después del retorno de los espías-ex­ploradores:

Si alguien se hubiese rebelado contra Moshé en otra oportunidad (anterior), el pueblo lo hubiese lapidado (a ese rebelde), ya que amaban a Moshé como a sí mismos y acataban incondicionalmente su orden. Por ello Koraj se mantuvo indulgente frente a todos los honores rendidos a Aharón, los primogénitos toleraron la jerar­quía de los levitas, aceptando todos los actos de Moshé. Mas cuando llegaron al desierto de Parán, y fueron consumidos por el fuego en Taverá, (11, 1-3) y murieron en Kivrot Ha-Taavá (ibid. 34); cuando pecaron por los espías. Y Moshé no rogó por ellos, ni revocó la sentencia dictada, muriendo los dirigentes de las tribus en la pestilencia enviada por Dios, siendo todo el pueblo sentenciado a morir en el desierto, amargóse el alma del pueblo y dijeron en sus corazones que los actos de Moshé les causaba tribulaciones. Esta es la oportunidad que eligió Koraj para rebe­larse, pensando que el pueblo iba a escucharle, siendo éste el significado de sus palabras admonitoras (16, 13) : "Para hacernos morir en este desierto". Esto significa: nos has traído a este lugar, más no has cumplido con lo prometido, de darnos la tierra que mana leche y miel, no nos has dado posesión alguna, y estamos condenados a morir en el desierto y consumirnos allí nosotros y nuestros descendientes, que tampoco saldrán de aquí, jamás. Tu promesa no se cumplirá con los hijos, de la misma manera como no se ha cumplido con los padres. Esta es la causa de que la controversia se haya producido entonces, inmediatamente después de la pena dictada por el pecado de los espías-exploradores.

He aquí que de esta manera las palabras de Koraj encontra­ron eco en amplios sectores, ya que la oportunidad era propicia. Empero, el texto de la Torá no describe su obra de agitación, ni la forma en la que indujo a sus hombres y al pueblo a rebe­larse contra su guía y maestro, el Profeta de Dios, que entregó la Ley a su pueblo. Sin embargo, en las palabras de los Sabios encontramos una pintoresca descripción.

En el Midrash "Shojér Tov" al Tehilim (1, 1) leemos:         

" . . . Ni se sienta con los escarnecedores . Este es Koraj, que se burlaba de  Moshé y de Aharón.

¿Qué es lo que hizo Koraj? Reunió a toda la congregación, como leemos: "Y Koraj juntó contra ellos toda la congregación y comenzó a hablar a ellos en son de burla, diciéndoles: Una viuda moraba en mi barrio, junto a sus dos hijas huérfanas. Poseía un campo. Quiso ararlo. Entonces le dijo Moshé (Devarim 22, 10) "No ararás con buey y asno junto". Quiso sembrarlo. Entonces le dijo (Vayikrá 19, 19): "No sembrarás tu campo con mezcla de dos clases de semillas". Quiso cosecharlo y emparvar la cosecha. Pero él le dijo: "Abandona para el pobre las espigas olvidadas, las gavillas olvidadas y el rincón del campo". Fue a reunir el cereal en el granero, díjole: "Separa la terumá (para el kohén), el primer diezmo y el segundo diezmo." La pobre mujer aceptó la sentencia e hizo todo lo requerido.

¿Qué hizo finalmente la pobre? Vendió el campo y con el importe adquirió dos ovejas para vestirse con su lana y gozar de sus pro­ductos. Al parir vino Aharón y le dijo: "¡Entrégame los primo­génitos!, pues así lo ordenó el Señor, como leemos (Devarim 15, 19): `Todo primogénito, siendo macho, que naciere en tu ganado mayor o menor, le santificarás al Señor, tu Dios´.” Aceptó la sentencia y le entregó la cría. Llegó el tiempo de la esquila, vino Aharón y le dijo: "Dame las primicias de la esquila, ya que así lo ordenó el Señor (Devarim 18, 4): `Le darás también (al sacerdote) los primicias de tu trigo, de tu mosto y de tu aceite puro, como también las primicias del esquileo de tus ovejas'." Dijo: "No tengo fuerza para oponerme a este hombre, degollaré a los animales y me los comeré". Apenas que fueron degollados, vino Aharón y le dijo: "Dame las partes que me corresponden, las extremidades inferiores, la quijada y el vientre". Pensó la mujer, "aún después de haberlos degollados no me salvé de sus manos, ¡que queden consagrados!" Entonces le dijo Aharón: "En tal caso me corresponde todo para mí, pues así lo mandó el Señor (Bamidbar 18, 14) : `Toda cosa consagrada irrevocablemente para el Señor en Israel, será tuya'." Lo tomó y se fue, dejándola llo­rando junto a sus dos hijas. ¡Este fue el destino de la pobre! ¡Esto es lo que ellos hacen, pretendiendo que es todo por orden divina!

Este discurso se halla condimentado con todos los ingredientes de la demagogia, que los agitadores de masa usaron desde aquella época hasta nuestros días para sublevarla contra la ley.

  Primero: la crítica la  de la ley no se basa en objeciones de fondo, sino en el relato particular de un individuo que pudo ser lesionado en su vida por el rigor de la ley. Naturalmente, el héroe del relato -perseguido y humillado - debe ser alguien que por naturaleza despierte misericordia, que el sólo nombrarlo pueda arrancar lágrimas: una viuda; ¿qué corazón no se derretirá al ver el sufrimiento de una viuda junto a sus huérfanas? Mas, sólo la ley de Torá no conoce misericordia.

Segundo: el relato olvida premeditadamente que esa misma viuda oprimida y despojada por la ley, es la que junto al ex­tranjero y el huérfano, constituyen uno de las principales objeti­vos de las preocupaciones de la Torá, y se hallan amparados por muchos y diversos preceptos:

Ni tomarás en prenda la ropa de la viuda.      Devarim 24, 17

A ninguna viuda ni huérfano habéis de afligir. Y muchí­simos más, que sería muy largo detallar.   Shemot 22, 21

También a ella le fueron concedidos privilegios especiales; sólo que esta viuda por poseer propiedades estaba obligada a abandonar las espigas olvidadas, las gavillas olvidadas y el rin­cón del campo, pero ella misma podía gozar de ello en caso de carecer de patrimonio, como leemos:

Cuando segares tu mies en tu campo, y olvidares alguna gavilla en el campo, no volverás atrás a cogerla; será para el extranjero, para el huérfano, y para la viuda.                   Devarim 24, 19

Cuando vareares tus olivos, no recorrerás las ramas que hayas dejado tras de ti; será para el extranjero, para el huérfano, y para la viuda.            24,20

Pero, lógicamente, corno todo demagogo experto recuerda solamente los deberes, mas nunca los derechos; como todo in­dividuo que abona los impuestos, y ve sólo la pesada carga que aumenta constantemente - impuesto a los réditos, a las ganan­cias eventuales, gravámenes aduaneros de protección, tasas mu­nicipales y provinciales - pero no ve los servicios que le prestan a cambio de estos tributos, en salubridad y educación, en caminos y parques, en economía y comunicaciones, como también en los servicios de seguridad que protegen su vida y sus bienes; de la misma forma el demagogo muestra la Torá - a los amargados y disconformes - como pidiendo, exigiendo, tomando y expri­miendo al pueblo, pero que nunca concede nada.

Y tercero: no falta en el discurso de Koraj la fibra personal, un poco de difamación que siempre - aunque fuese refutada en el acto - cumple con eficiencia su ponzoñosa misión. Haciendo caer la sospecha sobre el encargado de hacer cumplir la ley, a la larga la misma ley se torna sospechosa a los ojos del pueblo, ya que el legislador y la ley son desacreditados.

"¡Esto es lo que ellos hacen, pretendiendo que es todo por orden divina!"

De acuerdo a ésto, no es la verdadera ley de la Torá, la culpa­ble, sólo lo son Moshé y Aharón quienes la distorsionaron y fal­searon, para beneficiar a sus hijos, empleados, subordinados, cuñados y descendientes.

Así - según la descripción de los Sabios - conquistó Koraj a su grupo, "los tomó (conquistó), con sus palabras", según la expresión de Rashí; de esa manera se exteriorizó la instigación. ¿Es posible? - se preguntarán muchos - quienes salieron de Egipto, de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la libertad; quienes vieron la tremenda derrota de los egipcios en la travesía del Mar Rojo; personas cuyos pies estuvieron ante el monte Si­nay, donde recibieron la Torá del Todopoderoso, siguieron a Moshé y a Aharón guiados por el pilar de humo durante el día, y por el pilar de fuego durante la noche, que comieron el pan celestial, el maná, que milagrosamente descendía para ellos, ¿pueden ser atrapados por las palabras de un incitador y difa­mador?

Sin embargo, así fue. Y aunque sólo doscientos cincuenta hom­bres siguieron abiertamente a Koraj, debemos pensar, que mu­chos más aceptaron sus palabras, lo cual los próximos capítulos prueban.

Desde aquél entonces, hasta hoy en día, frases como éstas y similares, penetran en los corazones de los que la escuchan. Mas digamos:

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; el mandamiento del Señor es claro, alumbra los ojos.          Tehilim 19, 9

Mas torcido es el corazón del hombre, y no hay luz, que el hombre, con la necedad de su corazón y la ponzoña de su len­gua, no pueda empañar, enturbiando su esplendor.

Tomado de:  “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibovitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la  Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986  págs.   221- 225).

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