Renovando nuestros votos

Renovando nuestros votos

Las fiestas de Rosh Hashaná, Yom Kipur, Sucot y Shemini Hatzeret, caen muy cerca una de la otra, lo que nos lleva a pensar que hay un nexo entre ellas.

En varias oportunidades, los sabios se refieren a la relación del pueblo de Israel con Dios, como la relación entre una novia y su amado.

Podríamos comparar los pasos del matrimonio con estas fiestas. 

Así el mes de Elul (las iniciales del versículo del cantar de los cantares: Ani le dodi bedodi li – Yo soy para mi amado y él es para mí, forman la palabra Elul) esto son días donde todo el pueblo de Israel trata de mejorar y arreglar sus malos actos; tal como la novia se prepara y trata de lucir lo mejor posible para su amado.

Rosh Hashaná es el día del compromiso, donde si bien ambos están muy contentos, también hay temas que deben ponerse de acuerdo entre las familias, y decidir qué es lo que va a aportar cada una de las partes para la fiesta, etc. 

Luego viene el día de Yom Kipur, que representa a la novia cuando va a la mikve (el baño ritual para purificarse)

Luego viene Sucot, que dura siete días, tal como la jupa junto con los siete días de sheva berajot.

Por  último la fiesta de Shemini Hatzeret que ya no tiene ningún precepto especifico. Es cuando la novia y el novio, convertidos ya en marido y mujer comienzan su vida juntos, sin que nada se interponga entre ellos. 

Así es como año tras año, deberíamos vernos. Como que renovamos nuestro pacto, nuestro compromiso y nuestra unión con Dios. 

De esta manera, una vez que acaba el año de trabajo en el campo, y antes de comenzar nuevamente la rutina, renovamos el pacto con Dios, no lo dejamos como algo que ha quedado en el tiempo y en la historia, como si fuera algo que ocurrió hace mucho tiempo, con nuestros antepasados con los cuales Dios hizo un pacto con ellos, sino que lo debemos ver como un pacto que hace con nosotros hoy. Y de esta manera, entonces comenzar el nuevo año teniendo esta idea en nuestra mente.

Voy a recurrir a un cuento para enriquecer  aún más esta idea:

Una vez finalizada la función del circo, el pequeño Daniel, quedo tan contento y entusiasmado con el circo, que decidió volver al otro día, a pesar que no había función. Tan solo recorrer el circo nuevamente, ver como vivía cada uno de los personajes, y por sobre todo, poder observar una vez más esos preciosos animales. 

Así fue como a la mañana siguiente entro al parque donde estaba el circo y comenzó a caminar junto a las jaulas de los animales, observo al león, que tras la jaula aparecía como un gato aburrido e indiferente; cuánto distaba de aquel  feroz y astuto felino de la función. Así siguió caminando hasta encontrarse con el elefante. 
Para su sorpresa el elefante no estaba en una jaula, estaba suelto y tan sólo una soga en su pata delantera lo aferraba a una pequeña estaca, que si el elefante lo intentara, fácilmente se libraría de ella. 

El pequeño Daniel, no aguantó su curiosidad, y comenzó a preguntar por qué el elefante no estaba enjaulado o con una atadura más fuerte. Fue cultivando distintos tipos de respuesta, pero ninguna le parecía lo suficientemente racional de modo que continuaba indagando, así, el encargado de limpieza le respondió que no estaba enjaulado, pues deberían tener una jaula que sea lo suficientemente grande para contenerlo, así que prefieren dejarlo atado, pero esto no contestaba la duda del pequeño Daniel, Por qué el elefante no se escapaba. 

El enano del circo que pasaba por ahí, le dijo que no precisaban una jaula porque el  elefante estaba amaestrado y no se escapa, a lo que le pequeño Daniel constató: y entonces ¿Por qué lo tienen que atar?

Así  siguió Daniel sin encontrar respuestas hasta que por fin un viejito cuya función era ser el acomodador, se acercó y le dijo: ¿quieres saber por qué no se escapa?, ven, te contaré. Este elefante llegó al circo cuando aún era muy pequeñito, en aquel tiempo, lo teníamos amarrado con una soga y esa pequeña estaca, como ahora,  para ese entonces, era suficiente para sostenerlo. Era gracioso verlo todo el día tratando de zafarse de la estaca, mas no podía, hasta que por fin se dio cuenta de que no podría. Ahora bien, el elefante comenzó a crecer hasta que llego a ser grande, pero ya nunca más intentó liberarse, pues en su mente quedó grabado desde que era chiquito, que él no podría liberarse de esa pequeña estaca, y ese pensamiento sigue amarrándolo hasta ahora.

El tiempo que transcurre entre Pésaj y Shavuot son los días en que debemos liberarnos de las ataduras de nuestra mente y prepararnos para la fiesta de Shavuot en que recibiremos la Tora y renovaremos el pacto con Dios.

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