La Creación

La Creación

“Dijo Rabi Itzjak no debería la Torá comenzar sino con “Hajodesh Haze Lajem” (El primer precepto relativo al sacrificio del Pésaj), pues él es el primer precepto encomendado al pueblo judío”

"ומה טעם פתח בבראשית, משום (תהילים קי"א) כח מעשיו הגיד לעמו"

Cual es pues la causa de que comienza con Bereshit? No es sino por lo que está escrito. “El poder de sus hechos mostró a su pueblo” (Salmos CXI).

Con estas palabras comienza Rashi su exégesis bíblica citando un notable Midrash en base al cual desarrolla una de las principales ideas de los Jajamim sobre el sentido de la Torá y su carácter esencial.

En un análisis superficial quizás no logremos compenetrarnos en el verdadero significado de la pregunta de Rabi Itzjak. La Torá nos abre por medio de su parte histórica, las Puertas al conocimiento de nuestro pasado, y de la vida del pueblo judío en el Antiguo Oriente, y he aquí que Rabi Itzjak pone en duda toda la necesidad y la trascendencia de esta parte histórica, cuya falta significaría para nosotros un total aislamiento del pasado histórico, cuyo solo sentido romántico es inapreciable. Y Rabi Itzjak con su pregunta, nos pone frente a un interrogante mayor aún. Más si nosotros nos adelantamos en el pensamiento judío, llegaremos a la comprensión de esta paradoja. Para ello nuestro primer paso debe ser el de una reconsideración total, en especial teniendo en cuenta un importante principio. El judaísmo no es la “Religión de la Tradición”, sino la “Religión de la Revolución”.

El Talmud nos ilustra de manera muy clara esta conclusión, mostrándonos a Abraham el patriarca, destruyendo los ídolos de su padre, simbolizando que su Religión había de acabar con los ídolos y los prejuicios. La misma Torá que nos ordena el respeto a los padres equiparando su honra, según el Talmud a la honra del Altísimo, en cuanto a lo que se refiere a los problemas espirituales nos hace olvidar los vínculos sanguíneos, recordando que sobre todos está el creador.

La Torá toda es una revolución contra los actos de los antiguos, aun cuando estos fuesen buenos. En los profetas encontramos una expresión clásica:

"מעשי אבותיהם בידיהם"

"Los actos de sus antepasados están en sus manos” y “contra este hecho descargan toda su furia.” La Torá de ninguna manera debe ser cuidada por factores externos, sino por su valor intrínseco por ser la expresión de la  verdad y de la palabra divina, y pobre de aquel que la cumpla por tradición.

La Torá no es, podríamos escuchar a Rabí Itzjak, un tomo de historia, o de folklore, es un “libro de vida", una legislación y una guía para todos los actos del hombre y del pueblo del individuo y de la sociedad. Porque entonces la "parte histórica", y cuál es la enseñanza que este nos imparte?

Más aún la historia no tiene sobre nosotros poder imperativo. Si generaciones han ido por la oscuridad, yo puedo y debo elegir la luz. Y aquí encontramos la respuesta de Rabi Itzjak.

"El poder de sus hechos mostró a su pueblo". En la historia y la naturaleza que se hallan encerrados en el Sefer Bereshit se hallan expuestos los más altos principios, los actos divinos. La historia en sí nada significa, importa solamente lo que la historia nos muestra. Y ella nos enseña sobre todo una verdad: la Realidad de Ds', es decir la Hashgajá, la intervención del poder divino en la humanidad.

Los relatos de la Torá no tienen valor narrativo. Se detienen en detalles, olvidan muchas veces lo trascendental, abandonan al Universo todo y se preocupan por una pequeña familia y sus vicisitudes y acaeceres. Las narraciones de la Torá, tienen sin embargo otro sentido, poseen un hondo significado moral, y cada hecho nos muestra, nos enseña algo, no a nuestra mente sino a  nuestro corazón, no a las ideas y conocimientos, sino a los hechos. Y el Jafetz Jaim cita un versículo de los Salmos: 

“מה גדלו מעשיך ד' מאוד עמקו מחשבותיך"

"Cuan grandes son tus actos Señor" Muy profundos tus pensamientos. Los actos en sí son imponentes e impresionantes, más profundos aún son, sin embargo sus pensamientos", es decir la Hashgajá, la Providencia por la cual el mundo está regido. El deber del hombre es pues compenetrarse en el estudio de la naturaleza y tal es así que los Jajamim han dicho:

    “וכל היודע לחשב תקופות ומולדות ואינו חושב, עליו הכתוב אומר: ואת פעל ד' לא יביטו"

 (שבת ע"ה א')

"Todo aquel que sabe calcular los períodos y las constelaciones y no lo hace sobre él dicen las escrituras: La obra de Ds' no observa".

El Talmud habla aquí sobre un pequeño detalle, el cálculo de los períodos, es decir del tiempo, de las relaciones de los años solar y lunar entre sí, y las distintas fechas de las fases lunares, aquel que puede y no lo hace, oculta de su vista los actos del Señor.

La naturaleza toda nos muestra la presencia divina y aquel que se encierra en sus pensamientos o especulaciones, aquel que se niega a observar al mundo, es inútil que haga protestas de fé o de religiosidad, aquel es un pecador que se niega a ver las obras del Señor.

“Y dijo Ds' haremos al hombre según nuestro Tzelem y Dmut (forma) e imperarán sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales y todo lo que está sobre la tierra.” (Bereshit I 26)

El Talmud cita siempre dos cuestiones: Maase Bereshit y Maase Hamerkaba. "Maase Hamerkaba es la visión divina del profeta Ezequiel (Ezequiel I), y "Maase Bereshit", es el relato de la creación.

Estas dos narraciones encierran en sí los profundos principios y misterios del Judaísmo tal como han sido desarrollados en el Talmud y la Kábala, más no es necesario sobre todo detenerse sobre un concepto. Es imposible y nos está prohibido considerar el sentido literal o aparente de estos capítulos. El verdadero sentido es mucho más profundo y su estudio haría necesario un previo conocimiento de las doctrinas completas de la Torá.

Nos detendremos sobre un pequeño detalle, el de la Creación del hombre. Las religiones antiguas se basaban sobre el antropomorfismo, es decir creían que sus dioses tenían forma humana, y así los vemos representados en los muchos ídolos de aquéllas épocas que llegaron a nuestras manos.

La Torá por el contrario se opone terminantemente a toda especie de antropomorfismo, tal como lo vemos expresados en el segundo de los mandamientos del Sinaí: "No te harás escultura o figura alguna en la forma de cualquier ser o cosa de los cielos o de la tierra", y repetidas veces al hablarnos de la revelación del Sinaí, la Torá nos habla “Más cuídate mucho, pues no has visto figura alguna mientras estabas en el Sinaí”. El pecado de Avoda Zara, el máximo de la Torá, prohíbe terminantemente servir a toda cosa o figura aún en su carácter de servidor del Señor.

Por otra parte vemos en la primera Parashá de Bereshit, una intención evidente, la de inculcar en el hombre la conciencia que todo se debe a la creación divina. Los antiguos mitos hacen aparecer al mundo como resultado de las luchas de los múltiples dioses, como nacido de la casualidad o del capricho. La Torá nos quiere mostrar sobre todo al mundo como expresión de la voluntad divina. Y sin entrar en detalle podríamos afirmar que el principal propósito de la Torá es mostrarnos la creación como principio de todo y no la creación en sí, sino la Providencia, es decir a Ds' como legislador y conductor del Universo.

Uno de los estudiosos contemporáneos ha hecho notar un interesante detalle. En todo el relato no se habla de ninguna creación particular, sino únicamente la de los Taninim (animales acuáticos). En los mitos babilónicos, que imperaban en el antiguo oriente, nos hallamos frente a una singular concepción. Los antiguos babilonios creían que los Dioses habían creado al mundo después de ardua lucha con los fabulosos dragones que habían precedido a la creación. La Torá por el contrario nos observa que aún ellos mismos son productos de la creación del Señor, y no hay cosa que a su omnipotencia se oculte y escape de su inexorable ley.
El Rambam se detiene sobre el versículo antes citado, sobre la creación del hombre, El Rambam distingue etimológicamente dos conceptos: Tzelem y Dmut de Toar y Tabnit. "Toar" o “Tabnit” significan la figura material mientras que Tzelem y Dmut significan la forma espiritual. De la misma manera acostumbraban los filósofos griegos a dividir las cosas en "materia” y “forma”, considerando como “forma” a la propiedades abstractas sin considerar su sustrato material. Al indicar la Torá Tzelem y Dmut, nos quiere significar pues, no la materia, sino el espíritu, y nos enfrenta con uno de los principios básicos del judaísmo.

El paganismo creía que el hombre se podría elevar a Ds' por intermedio de la materia, el judaísmo, exigía la elevación por medio del espíritu, pues el espíritu es la única chispa divina que el hombre contiene. Nos hallamos pues frente no a un antropomorfismo, sino a un teomorfismo. El pagano hace descender a sus Dioses a la tierra pues los crea con sus propios defectos, inclinaciones y pasiones. El judío al concebir a Ds' superior, y al hombre poseedor  del alma, la chispa divina eleva al hombre a los mundos superiores, al Universo del Espíritu.

Si la primera Parashá del Bereshit nos habla de la Creación y Espiritualización del hombre, la segunda nos habla de su natural consecuencia, la responsabilidad moral. Evidentemente sólo una concepción espiritual del hombre, y de un ser superior a él, no "más poderoso” sino  “superior", solo la verdadera creencia religiosa ofrece al hombre la senda de la libertad, y del libre albedrío para escoger entre el bien y el mal. Este problema se sucede innumerables veces en el Sefer Bereshit, en el Diluvio, en Sdom y Amorá, para por último mostrarnos su existencia dentro de la familia de Israel, del pueblo judío.

“Este es el libro de la vida del hombre" (Bereshit V, 1)

Toda la Parashá Bereshit nos hace recapacitar sobre una idea central, la inestimable importancia del hombre.

El Talmud en el Masejet Sanhedrim (Tratado Sanhedrim), nos dice que el hombre ha sido creado sólo en el mundo, para decirte que todo aquel que roba una vida es igual que si hubiese destruido todo un Universo", Los Jajamim nos muestran al hombre como si fuese un Universo entero: Olam - Hakatan, y realmente el hombre posee un principio que no tiene el Universo inerte, el espíritu, y el Talmud proclama:

"בבראשית ברא א' בשביל התורה שנקראת ראשית שנאמר ד'  קנני ראשית דרכו"

El Universo no ha sido creado sino por la Torá llamada el principio de todo. 

Todo el Universo, los millones de años luz, los abismos astrales y los astronómicos serían ridículos y sin sentido sino fuese por la Torá, por el mundo del Espíritu, por la palabra divina que infunde en ellos la Vida.

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